Contamos historias. Sobrevivimos porque, en esta carrera a contrarreloj, disponemos de un tiempo limitado para pasar nuestro legado. Y perduramos porque estamos hechos de estas historias, cuentos, relatos anómalos que lentamente avanzan hacia la medianoche, pero que antes que llegue la hora punta, se encuentran ya en el siguiente comboi.
La gente escribe muchas veces al infante que fueron una vez. Quisieran prepararse a sí mismos para la crueldad que nos acecha con el paso de los años. La misma crueldad que nos vuelve duros y tristes y taciturnos, pero es la misma crueldad que me está ayudando a escribir esto.
Yo no pienso en escribirme cuando era chico. Siempre he pensado que soy el que teclea hoy porque he tragado mucha mierda y besado aún más labios. La vida tiene sus momentos, y esos no te los deberían arruinar. Porque de esos momentos, se aprende.
Cada vez entiendo más a mi padre. Siempre me ha estado dando consejos. Esta era quizás su modo de protegerme ante las adversidades. Quería que me anticipara. Él, como cualquier otro padre, no quiere que la camada traída al mundo, su camada, sufra ni un ápice. Però papa, això, és i seguirà sent, inevitable. No quiere que otra generación cometa los mismos errores. Quería, imagino, que nos equivocáramos mejor.
Por eso no pienso en escribirme cuando era chico. Muchas verdades de este mundo se me han revelado cuando estaba acurrucado y no podía explicárselo a nadie. Cuando el vacío me llenaba y cuando todos los abrazos eran distantes. Me retorcía, suplicaba, pero estaba comprendiendo.
No quiero escribirme cartas para autocomplacerme de que estar vivo a veces es más duro que estar muerto. Quiero escribirme cartas a mi yo pequeño como si se la escribiera a mi retoño. Quiero que sepa que el mundo depara sorpresas, que muchas son desagradables pero otras son miel. Quiero que sepa que mi amor hacía ellos es incondicional, pero que, a veces, incluso este trae sufrimiento, e infortunios. Pero que del dolor se sale, que las tormentas amainan, que el viento vuelve a oler a puro y la hierba a fresco. Que hay mucho que aprender y mucho de quién aprender. Y que la vida no es un camino de rosas, pero que no lo ha sido nunca. Y, por eso mismo, así crecemos.
Per a escriure cartes que seran llegides, però potser no enteses.
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