dilluns, 10 d’octubre del 2022

Habrá algún momento que mi azul pierda su brillo. Días en los que la sangre no sepa a hierro y el viento no traiga ningún futuro consigo. 

Las abejas yacerán inconscientes en el suelo, el zumbido del mundo silenciado. Emigrarán aves e insectos a países menos tristes, se marchitarán flores y ríos de sal secarán la tierra. 

Viviremos en una ladera sin sol y sin lluvia. Sin verde y sin azul, sin aire y sin tierra. Y a pesar de ello, a pesar de perder todo su sentido, a pesar de haberse convertido la vida en una aspereza, nosotros aún no habremos desfallecido. Aún tendremos corazones ardiendo en nuestro pecho, sangre corriendo por nuestras venas, un aliento profundo, soplando huracanes a cada bocanada. Dejaremos atrás las mareas grises, los miedos e incertidumbres. Alzaremos el vuelo y a nuestro paso habrá solo un reguero de plumas de un añil intenso; planearemos sobre la tristeza que inunda los valles, escupiremos sobre la estupidez que condena a los humanos a sentirse infelices consigo mismos. Cantaremos al sueño inalcanzable y nuestras lágrimas serán el rocío de un nuevo mañana. 

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